Pietro vio salir a Celeste de aquella pequeña casa, todo le parecía tan surreal, hacía poco tiempo ella estaba en casa, ¡Su casa! Ella podía vivir cómodamente y ahora estaba ahí, en la casa que le regreso como detalle para hacerla feliz, esa misma, que esperaba no volviera a utilizar a menos que fuera para pasar algunos días. El hombre perfectamente vio en el rostro de la chica duda, sus ojos se posaron en la pequeña pancita de 3 meses que albergaba a sus hijos, ¡Sus hijos, por dios! Estaba perdiendo tanto por un maldito error.
— ¡Debiste avisar que vendrías! – Una delgada voz lo saco de sus pensamientos.
— Celeste… Yo… ¿Por qué te fuiste de casa? ¡Esa es tu casa! – Dijo Pietro tratando de encontrar las mejores palabras para hablar.
— Pietro, voy a mi trabajo, si gustas hablar del tema de los bebés, salgo a las 7:00 pm, podemos hablar hasta esa hora, ahora no puedo llegar tarde.
— ¿Dónde trabajas? Puedo llevarte…
— Gracias… Pero no es necesario…
— Celeste por favor, ya estoy aquí, sirv