Después de un par de horas, Pietro despertó descansado, el viaje le había agotado y, sobre todo, el estar con Guadalupe le provocaba mucha somnolencia, por lo que, al llegar a casa de la abuela, no veía la hora de acurrucarse con su amada para descansar un poco.
Guadalupe seguía dormida, pero al sentir que Pietro se movía, fue despertando y tal como siempre, se estiraba como gato.
Él aprovechó para hacerle cosquillas y sus risas no pasaron desapercibidas.
La abuela Caterina, que no veía la hora en que este par saliera de la habitación, fingió pasar por el pasillo y tocó a la puerta, Guadalupe se llevó las manos a la boca en señal de sorpresa, por un momento se le había olvidado que estaban en casa de la abuela.
- ¡Pietro querido! – Dijo la abuela.
- ¿Sí, abuela? ¿Qué sucede? – Dijo Pietro tratando de aguantarse la risa.
- ¿Hijo, puedo pasar?
- ¡Abuela, no estoy visible!
- ¡Pietro Pellegrini! ¿Qué estás ocultando? – Dijo la abuela, entrando intempestivamente a la habitación.
Guadalupe