Mientras la familia Pellegrini cenaba tranquilamente en La Toscana.
En Lazio se comenzaban a gestar varios movimientos que, afectarían gravemente a Guadalupe Priego.
- Señorita Amato, tanto mi hermano como yo, somos inocentes, solo queremos la seguridad de que podremos dejar de huir. – Dijo Camila Priego.
- Camila, seamos sinceras, ¡Tú muy bien sabes que esa no es la verdad!
Lo que quieren es que su padre cargue con la culpa porque es viejo y ya no pasaría tanto tiempo en la cárcel.
De tratarse de ustedes, bueno, pues, les van a dar varios años y sin contar que sus propiedades serían vendidas para reparar el daño. ¿Acaso me equivoco? —dijo Alessia con frialdad.
- Señorita, ya le he dicho nuestro precio. Si ahora mismo hacen la transferencia, nosotros firmaremos la declaración y, así como lo quieren, mañana que mi padre esté en casa de Caterina lo podrán detener. - dijo Camila sin inmutarse.
- Son muchos ceros los que veo que necesitas, ¿Acaso te va a alcanzar la vida para gastar ese