Massimo al ver que ella se quedó dormida, tomó asiento en el sofá que estaba a un lado de la cama.
Veía el rostro de la chica que tenía frente a él. Hacía mucho tiempo que no se detenía a verla.
Su esposa físicamente ya no era la misma “niña” que él conoció, ahora poseía un rostro más maduro, cansado y triste.
Mientras le observaba, una punzada le recorría el cuerpo y su corazón.
Una extraña sensación de incomodidad le estrujaba el pecho al ver sus brazos con vendas. Una de sus muñecas estaba particularmente vendada, esta era el lado donde ella había hecho el corte más profundo, entendía claramente que la culpa de todo había sido de él.
- “¿Por qué las cosas habían llegado hasta este extremo?” – pensó mientras la analizaba.
Cuando la escuchó conversar con la abuela, su voz notaba angustia, pero más allá de eso, se notaba la determinación con la que estaba soltando el tema del divorcio.
- “¿Por qué me siento molesto al solo escuchar la palabra divorcio? Esto es lo que he anhelado de