Guadalupe despertó después de una larga siesta, Pietro había tenido razón, el aceite con esencia de lavanda la había relajado.
Será el cambio de casa, será que la abuela Caterina y Pietro estaban ahí o solo era porque debía ser fuerte para que se repusiera lo más pronto posible para ver a su abuelo, lo que había logrado que ella pudiera dormir como un angelito.
- Guadalupe… ¿Puedo pasar? – Se escuchó la voz masculina de Pietro.
- ¡Claro! ¡Pasa!
- ¿Cómo amaneció la mujer más bella de esta casa?
- Pietro anda, hijo, entra. Guadalupe debe estar hambrienta… - Se escuchó a la abuela.
- ¡Ay, abuela! No te pongas celosa, Guadalupe sería la segunda mujer más bella de esta casa. – Dijo mientras acomodaba en la cama una charola con un delicioso desayuno para Guadalupe.
- ¡Wow! ¡Huele delicioso! Son mis alimentos favoritos. – Dijo la chica con los ojos bien abiertos.
- Dije que cuidaría de ti y apoyaría en tu recuperación, ¿No? Para eso, antes que nada, debes tener panza llena y corazón contento