Massimo se levantó y tomó el primer vuelo a Florencia, su esposa le había invitado a platicar y él no desaprovecharía esa oportunidad.
Llegando, condujo lo más aprisa a La Toscana. Ese día, en específico, los campos se veían más relucientes, él llevaba una mezcla de emociones que no podía describir, pero el solo haber escuchado la voz de su esposa y pensar que hoy la vería, le puso de buen humor.
Por otro lado, algo hizo que Guadalupe despertara, no sabía si fue un sueño o una de sus acostumbradas pesadillas, pero recordaba haber hablado con su esposo.
Sintió una punzada en el estómago cuando vio su teléfono en la cama, con rapidez lo revisó y efectivamente tenía una llamada de Massimo.
Esto hizo que el sueño se le fuera, tomó su bata y salió a caminar por los jardines de la mansión, la mañana estaba fresca y había un ligero viento.
Leopoldo, al ver llegar un automóvil a la mansión, salió a recibirle pensando que se trataba del señor Pietro, pero no era así.
- Señor Pellegrini, no le