Adrien luego de ver cómo aquel joven y ese niño protegían a la pequeña Adele, se quedó con una extraña sensación de vacío. Estaba seguro de que no podría equivocarse, estaba seguro de que ella era su hija, la pequeña Adele era el vivo retrato de Laura, su cabellera rubia, esos ojos verdes azules o grises, su piel tan blanca como la leche.
- Definitivamente es mi hija… Ella es mi hija y ¿Quiero conocerla? – Dijo Adrien mientras estaba en la terraza de su ahora casa.
Él había sido un joven inmaduro y rebelde, se había metido en muchos problemas, había cometido muchos errores y nunca se había arrepentido de lo que hacía, salvo una cosa, una pequeña situación, o más bien una mujer: Laura Pellegrini.
Se había dejado llevar por los planes de venganza de su prima, al final, el niño había resultado ser hijo de un chico que ella conoció en una fiesta, el cabello y color de piel inmediatamente lo delató. Antonia, sin más remedio, se casó con aquel joven pelirrojo que, obviamente, distaba de pare