Paloma se levantó temprano, preparó a su pequeña Isabella, subió a su auto y antes de que iniciaran sus clases, fue a ver algunas casas donde había sacado cita para conocerlas.
Ella buscaba un hogar para Luciano, sabía que no conocía nada de los gustos de él, por lo que había contactado a Ángela Moretti. Aquella mujer le había dado santo y seña de que era lo que le gustaba a su hermano o que era lo que ella suponía le gustaba.
Varias fueron las opciones, pero ninguna le apetecía, sabía que debía ser cómoda y, además, debía tener jardín, ya que conforme creciera Almendra, ella necesitaría espacio, así que, de todas las que vio, les encontró algún pero.
Paloma caminaba por las calles de Coyoacán, cuando vio el letrero de “Se Vende” en una casa bastante cerrada, le causó curiosidad, ya que, no se podía ver mucho para adentro, pero era evidente que tenía jardín, ya que las plantas se colaban sobre la barda de aquella casa.
Sin pensarlo dos veces, llamó al número que ahí mostraba el letrero