─Harás que me venga mentalmente ─escupí entre risitas, tan pronto descubrí el verdadero significado de mis palabras abrí los ojos espantada.
─ ¿Ah, sí? ─alejó la bandeja de comida y acortó distancia entre nosotros. Mi pequeño corazoncito subió a mi garganta.
─Fue un comentario irracional ─repuse muy alterada por los nervios, tanto que bebí el descremado como si fuera agua y luego mastiqué la tostada muy rápido. Pero nunca lo miré a la cara.
─Eh, Emmy, con calma cielo que te puedes ahogar ─se rió ─. Ya pasó.
─Soy muy torpe ─abandoné la cama, recogí los restos y bajé a la cocina, John estuvo siguiéndome en silencio hasta que sorpresivamente me alzó en peso y me sentó en la encimera de marmol, tiró el frutero y cuanto adorno se interpuso en su camino.
─Me gustas demasiado, Emmy ─fue un beso impetuoso que me costó interpretar ─. ¿No te gusta? ─inquirió al darse cuenta de mi parálisis.
─No, no, sí me gusta, me gusta mucho ─tragué saliva ─, me tomaste fuera de base.
─A ver ─me bajó de la en