Capítulo 58.
Cabalgábamos en dirección al castillo bajo el cielo que empezaba a teñirse de naranjas y violetas. El sonido de los cascos sobre el camino de piedra era acompasado, casi solemne, como si todos estuviéramos guardando fuerzas para lo que venía después.
Todos íbamos montados con la dignidad de príncipes y guerreros… excepto Jack.
A él lo habían amarrado a la silla de su caballo como si fuese un bulto incómodo que había que transportar sin demasiada delicadeza. Se movía apenas, probablemente porque cada vez que intentaba liberarse, uno de mis hermanos le daba un golpecito en la cabeza con gesto severo.
Por supuesto, mi curiosidad hervía. Quería saber qué demonios hacía Jack en el barco de mis hermanos, cómo había terminado convertido en un polizón y, sobre todo, qué había pasado para que ahora lo trataran con la severidad reservada a alguien que no era un amigo. Pero apreté los dientes y me contuve.
Las respuestas podían esperar.
Primero, debíamos reunirnos con el tío Karel. S