Después del desayuno, igual que el día anterior, Claudia observó a Livia acompañar a Damian hasta su coche.
El asistente Brown ya los esperaba junto al vehículo.
Claudia se quedó mirando hasta que todos subieron al auto y este se alejó, dejando sola a Livia frente a la casa.
—¿Podemos hablar? —preguntó Claudia en cuanto Livia volvió a entrar.
El mayordomo Matt, que la seguía de cerca, frunció el ceño con clara desaprobación.
—Señorita Claudia, usted sabe que al joven amo no le gustaría que molestara a la señora.
—Solo quiero hablar con ella un momento, mayordomo Matt —respondió Claudia con franqueza.
Después de todo, no era tan terrible. ¿Qué daño podría hacer?
—Está bien, mayordomo Matt. No tengo nada que hacer —dijo Livia, caminando hacia el sofá.
Ambas dirigieron la mirada al mayordomo, casi intentando ahuyentarlo con los ojos.
Pero Matt permaneció firme; su deber era proteger a su joven señora.
—De verdad, no hay ningún problema, mayordomo. Solo vamos a charlar —Livia sonrió con s