Helena dudó al bajar del coche.
Los recuerdos de la noche anterior volvieron a cruzar su mente una y otra vez.
Aunque ya había salido hacía unos minutos, seguía de pie frente a la puerta del café, observándola desde la distancia. Se había preparado mentalmente desde que salió de la galería y durante todo el trayecto, pero ahora la duda comenzaba a invadir su corazón.
Una suave brisa acarició su cabello, intensificando el amargor en su pecho.
Había dos posibilidades: el perdón… o una nueva humillación.
Y quizá, después de hoy, ya no tendría el valor de mostrar su rostro nunca más.
Respiró hondo, intentando calmarse, hablándose a sí misma, empujándose a dar el siguiente paso.
Vamos, Helena, esta es tu última oportunidad. Noah no es Damian.
Las imágenes de las dos maletas, el boleto y el pasaporte que había preparado la noche anterior pasaron fugazmente por su mente.
Incluso si hoy fallaba, ya sabía qué debía hacer: rendirse ante una derrota dolorosa.
La hermosa joven sacó sus gafas del