Balardia, palacio real
«La bestia que camina sobre sus dos pies regresará por la huella que dejaron sus pisadas, pero la guerra los hallará primero. Muerte y guerra danzarán al rechazar el destino de la blanca, mas la tierra permanecerá y florecerán las cenizas».
Meciendo a Lud en su cuna, Eris repasaba en su mente las palabras del oráculo. Ya se estaban cumpliendo, una a una, como ella pensaba. Akal había regresado por su hijo, y ahora la muerte y la guerra danzarían...
Kemp se presentó ante ella, luego de llamar a la puerta.
—Dime que ya se fue, Kemp. Alegra un poco a mi corazón, dime que se fue y que no volverá nunca más.
—Él sigue aquí, Eris. Lo lamento —respondió.
Ella suspiró, abatida.
—Mi mayor batalla nunca ha sido la guerra, sino él y su regreso. ¿Cómo se ha enterado de que Lud existe? ¿Te lo dijo? No creo que solo haya vuelto y justo se encontró con él.
—Él lo sabía. Uno de los prisioneros regresó y le habló de lo que se alcanzó a enterar. Vino porque sabe que Lud es