XXIII Herencia

Balardia, palacio real

«La bestia que camina sobre sus dos pies regresará por la huella que dejaron sus pisadas, pero la guerra los hallará primero. Muerte y guerra danzarán al rechazar el destino de la blanca, mas la tierra permanecerá y florecerán las cenizas».

Meciendo a Lud en su cuna, Eris repasaba en su mente las palabras del oráculo. Ya se estaban cumpliendo, una a una, como ella pensaba. Akal había regresado por su hijo, y ahora la muerte y la guerra danzarían...

Kemp se presentó ante ella, luego de llamar a la puerta.

—Dime que ya se fue, Kemp. Alegra un poco a mi corazón, dime que se fue y que no volverá nunca más.

—Él sigue aquí, Eris. Lo lamento —respondió.

Ella suspiró, abatida.

—Mi mayor batalla nunca ha sido la guerra, sino él y su regreso. ¿Cómo se ha enterado de que Lud existe? ¿Te lo dijo? No creo que solo haya vuelto y justo se encontró con él.

—Él lo sabía. Uno de los prisioneros regresó y le habló de lo que se alcanzó a enterar. Vino porque sabe que Lud es
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