Gabriella asintió, pensativa. Una luz perversa y gélida brilló en sus ojos. Apretó los dientes y dijo, palabra por palabra:
—Vaya con Paolo. No me esperaba una jugada tan sucia. ¿Usar al clan Siracusa para enfrentarse a mí?
Apretó con fuerza las manos sudorosas, sintiendo un nudo en el estómago. El clan Siracusa era una organización criminal temida en todo el mundo. Sus sicarios y agentes eran los mejores, con miembros en cada rincón del planeta. Sus negocios incluían el tráfico de drogas, armas, casinos y clubes de lujo. En términos económicos, los Fabri y el clan Siracusa estaban a la par, pero en este mundo, el dinero no lo resuelve todo. Nadie, por muy rico y poderoso que fuera en el país, se atrevía a desafiar al clan Siracusa. Hacerlo era una sentencia de muerte.
Mientras su cabeza daba vueltas, unos golpes suaves sonaron en la puerta. Gabriella arrugó la frente y, sosteniéndose la cabeza, miró en el vacío la oscuridad impenetrable más allá de los ventanales. Sentía un peso terr