Paolo sintió que su corazón se hundía poco a poco. Al verla completamente inmóvil, se rio de su propia ingenuidad y suspiró.
—Qué infantil. Hablar contigo pensando que me escuchas. Eres increíble, ni siquiera eres capaz de mover una pestaña por mí.
Hizo una pausa, luego extendió el brazo con lentitud y acarició su cara con delicadeza. Giró un poco la cabeza y tragó saliva con dificultad.
—Muchacha desobediente, no tienes corazón. Ni una sola reacción. En cuanto llegue a casa, voy a cocinar a ese gato que tanto quieres.
Justo cuando se daba la vuelta y cerraba la puerta, las hermosas pestañas de la joven en la cama, parecidas a las alas de una mariposa, se agitaron de forma breve y rápida. Sus cejas, pobladas y elegantes, se juntaron ligeramente, como si expresaran un profundo descontento.
...
Cuando Paolo salió del hospital, ya casi era de madrugada.
El viento helado se colaba por la ventanilla del carro. Las calles de la bulliciosa ciudad seguían resplandeciendo con luces de neón, y