Susan le vendaba con cuidado la mano herida a Paolo, enrollando la gasa vuelta tras vuelta.
De reojo, notó en su cara una expresión de malestar; hacía mucho tiempo que no lo veía así.
Él mantenía el brazo que sostenía el celular a medio levantar.
Del otro lado de la línea se escapó un gemido de Cristina, un sonido entre dolor y placer. A Paolo le tembló la mano y sus hombros se tensaron. Su mirada se volvió aún más dura.
Sonrió pareciendo inmune a la sorpresa y bajó la mirada ocultando sus ojos. Susan no pudo distinguir qué emoción se escondía en ellos.
—¡Zas!—
De repente, Paolo arrojó el celular con una fuerza brutal.
Susan se quedó con los ojos abiertos, completamente atónita. Pasó un buen rato antes de que pudiera soltar el aire contenido. Una sonrisa pensativa asomó a sus labios.
—Jefe, si de verdad le importa tanto, ¿por qué no la deja a su lado?
Él bajó la vista y se frotó la frente adolorida.
—Hoy andas muy platicadora.
Susan respiró hondo. Sabía que en ese momento él no quería