La mañana siguiente
El cielo todavía estaba teñido de rojo cuando el auto de Brown entró por las puertas principales. El señor Alexander había regresado temprano esa tarde, después de terminar su agenda nocturna. Quería cenar con su esposa y su hija.
Anna, una de las jardineras que regaba las flores, inclinó la cabeza cuando el auto de Brown pasó frente a ella.
—Brown —dijo Damian mientras deslizaba el dedo por las fotos que Livia le había enviado esa tarde—. Davina ya empieza a moverse. Puede darse la vuelta sola.
—Sí, joven señor.
—¿Cómo está Jenny? —preguntó Damian con una sonrisa, sin apartar la vista de la pantalla. Ya extrañaba a su esposa y a su hija, aunque apenas había pasado un día desde su despedida.
—La señorita Jenny está muy bien en su nueva división. Kevin la ayuda siempre que hay algo que no entiende. ¿Desea que lo llame, señor?
Jenny aún era joven. Para Damian, su hermanita seguía siendo una niña, demasiado pequeña para pensar siquiera en el matrimonio. Aunque ella y