Brown sabía que Damian nunca sería capaz de borrar los recuerdos de su boda con la señorita Livia.
Aún podía verlo todo con claridad—igual que durante la boda de Noah.
Probablemente esas escenas siempre se repetirían en su mente cada vez que asistiera a una ceremonia de algún amigo.
El matrimonio del señor Alexander había comenzado sin amor, basado únicamente en una promesa mutua de hacerse felices el uno al otro.
En aquel entonces, Brown había sentido amargura y resentimiento al verlo suceder.
Damian se levantó de su asiento y caminó hacia él.
Se detuvo justo frente a Brown, lo observó un momento y luego levantó la mano… para darle un golpecito en la mejilla izquierda.
—¿Qué está haciendo, joven amo? —preguntó Brown, parpadeando confundido. ¿Qué clase de pose se supone que es esta? pensó.
—Jajaja, Livia dijo que quería pincharte la mejilla porque te veías demasiado tenso.
En realidad sí tiene gracia, pensó Damian, divertido.
—¿Por qué siempre accede a los caprichos extraños de la señ