Desde fuera, el hospital lucía igual que siempre. La misma actividad frenética, nada fuera de lo común. Solo había algo distinto: el número de guardias de seguridad parecía un poco mayor que de costumbre, aunque no tanto como para atraer la atención del público.
Los rumores ya se habían extendido de boca en boca: la esposa del presidente Alexander, del Grupo Alexander, estaba en la sala de partos.
El piso VVIP estaba cerrado bajo estrictas medidas de seguridad.
Dentro de la sala de partos, todo estaba preparado. Los equipos, el personal médico, todo en su sitio. Solo quedaba esperar.
Sin embargo, el pánico ya había llenado el ambiente.
—¿Estás fingiendo, verdad? Dime, ¿dónde te duele? —Damian se había arrodillado junto a la cama de su esposa.
Livia soltó una risita suave, mostrando los dientes. Ya estaba en las primeras etapas del trabajo de parto. Un dolor constante palpitaba en su zona lumbar, aunque no era la punzada insoportable que había temido. Comparado con las contracciones re