Brown luchaba por mantener el control de sus emociones. Había tomado la decisión, y ahora se odiaba por haber malinterpretado la situación. Maldijo su propia estupidez: su corazón se había involucrado demasiado cuando se trataba de esa chica, y eso lo había llevado a cometer un error.
Al verlo callar, los pensamientos de Livia comenzaron a desbordarse, cada posibilidad girando hacia lo peor.
—¿Por qué no la llamaste? No me digas que regañaste a Kylie sin siquiera escuchar su versión primero —la voz de Livia se alzó, cargada de sospecha. El silencio de Brown y la expresión en su rostro solo parecían confirmar su temor.
—Te dije que bajaras la voz. Vas a asustar otra vez al bebé —gruñó Damian mientras le acariciaba el vientre.
Ugh, ahora soy yo la frustrada otra vez. Y todo por esto. No metas a mi barriga en esto, señor Alexander—solo estoy hablando, nada más. ¿Cómo es que todo se dio la vuelta tan rápido? murmuró Livia para sí misma.
—Llama a la chica, Brown. No hagas que Livia se alte