La familia Sierra y la mafia de Nueva York siempre se habían mantenido al margen la una de la otra. ¿Qué hacía Vicente Marín allí?
Los invitados comenzaron a cuchichear, sus murmullos extendiéndose por todo el salón de baile. Todas las miradas se posaron en la figura alta en la entrada.
—¿Por qué mira así a la señorita Sofía? No me digan que vino a arruinar la boda.
Casi al instante, Alejandro atrajo a Sofía a sus brazos, protegiéndola con su cuerpo. Pero Sofía estaba sorprendentemente serena.
Miró a Vicente y sonrió. —Señor Marín, ¿a qué debemos el honor? ¿Un regalo de bodas?
Sus palabras eran como un cuchillo, hundiéndose profundamente en el pecho de Vicente.
Su mandíbula se tensó, las venas resaltando en su cuello. Su voz era ronca. —Sofía, vuelve conmigo.
La sonrisa de Sofía se ensanchó. —¿Volver a qué? ¿A verte al lado de Isabel?
—¡Yo no amo a Isabel!
La voz de Vicente fue casi un rugido, silenciando a la multitud.
—¡Te amo a ti!
Los invitados quedaron boquiabiertos o Los invitado