99: Nuestro sacrificio.
Narra Kenneth.
—¿No podría bajar la velocidad un poco? —cuestiono al chofer.
Adolfo coloca una mano en mi pierna un segundo.
—Tranquilo, hombre. Lamento que no vayas a volver a viajar en tus lujosos jets por un tiempo, pero hay que ser discretos.
Reencontrarme con mi hermano ha sido la cosa más impactante que me ha pasado en la vida. No recordaba que se pareciera tanto físicamente a mí, pero lo es. Y aunque su voz es gruesa, y parece una roca de hielo, sé que dentro de él hay un buen corazón.
El forense me dio vestimenta de enfermero, así que pude salir sin problema por la puerta de la cocina. Justo en un callejón, Adolfo esperaba por mí, con los brazos llenos de tatuajes, luciendo como un verdadero vándalo.
Su rostro palideció un poco, y yo temblé cuando le di un abrazo. Me sentí como un niño, como si estuviera abrazando a mi propia madre. Y él me acusó de ser sentimental.
Sí. Lo era. Me había vuelto así desde que había conocido a Lauren, desde que había comenzado mis terapias. Ya no