Al día siguiente
New York
Lance
Había estado de pie en el balcón de mi departamento, contemplando la ciudad desde lo alto y en medio de aquel espectáculo, no podía dejar de pensar en Karina. Ella había cambiado todo en mí desde la primera vez que la vi. Nunca pensé que alguien pudiera hacerme sentir así: con necesidad de tenerla entre mis brazos, con ganas de despertar junto a ella cada mañana. Y habría dado todo por haber amanecido a su lado, pero sé que aún no era posible. Debía ser paciente… conformarme con verla en unas horas, como lo planeamos.
Y en este instante estamos en Little Italy, caminando abrazados por Mulberry Street. El aire huele a masa recién horneada y a salsa de tomate, los restaurantes iluminan la calle con luces cálidas y hay un murmullo constante de gente. Karina aprieta mi brazo contra ella mientras buscamos dónde comer. Se detiene varias veces, indecisa, hasta que por fin elegimos un restaurante con mesas junto a la ventana.
Nos sentamos y, mientras llega el pe