18 de febrero de 2010
New York
Lance
Faltaban tres días para nuestro aniversario. Este año no quería repetir la cena elegante del anterior; quería sorprender a Karina con algo distinto, algo que nos devolviera al lugar donde todo comenzó. Aún no se lo había contado, pensaba hacerlo esa noche. Pero antes, necesitaba resolver otro asunto: la propuesta de Amanda.
Estaba en el despacho de mi madre, con los documentos extendidos sobre la mesa. Ella revisaba cada cifra en silencio, con su meticulosa calma de siempre.
—Madre, ¿qué opinas del negocio? —pregunté, apoyando los brazos sobre el escritorio.
—La propuesta es buena, Lance —respondió sin levantar la vista—, pero la inversión es muy alta.
—Por eso necesitamos un socio. Amanda habló con Michael, y él consiguió a los inversionistas árabes. Sin él, no hay trato.
Mi madre alzó la mirada, esa que me deja claro que algo no le convence.
—¿Estás seguro? Es mucho dinero, y ahora tienes una familia. No puedes correr riesgos como antes.
—Lo sé —a