Capítulo Sesenta y dos
Alexander depositó a Sofía dentro del vehículo con una suavidad incomparable, y se encargó de abrochar el cinturón de seguridad, sin preguntas, sin miradas inquisitivas, porque pudiese ser que fueran marido y mujer durante casi dos meses, pero este hombre conocía a Sofía desde mucho antes, desde una perspectiva de jefe y empleada, mejor aún, desde la perspectiva humana, y aún en esas circunstancias, no dudó en reconocer de qué malditamente ellos estaban conectados, sus almas se reconocían, solo era que sus tontos corazones estaban ocupados con falsos amores y eso evitó que vieran lo lógico.

La suavidad y tranquilidad que tuvo con Sofía, no la tuvo con su persona, pues apenas arribó a la puerta del acompañante subió al lado del conductor con una rapidez casi irrisoria, teniendo apenas tiempo para abrochar su cinturón aceleró como queriendo salir no solo de la vista de los Bach, sino también de sus tierras, esas mismas que le hacían saber en la mirada de Sofía que, a la rubia ellos le ca
Cristina López

perdón por la demora, estoy enferma.

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