Sofía pasó gran parte de la mañana siendo consentida por Alexander, quien no solo se encargó de hacer el desayuno, mientras ella se colocaba un antifaz de gel frío sobre los ojos, sino que también le hizo masaje en cada lugar de su cuerpo, en cada músculo, sin que ella se inquietara ni un poco, porque el tacto de Alexander se le asemejaba a un bálsamo deliciosamente helado, luego de estar expuesta al sol del mediodía, cada célula de su piel agradecida su cercanía y aunque sabía que su vida había apestado y quizás muy pronto apestaría mucho más, al menos estaba segura de algo, y era que ese hombre estaría con ella.
Para cuando bajaron a almorzar, sus ojos estaban completamente deshinchados, y escuchó pacientemente el regaño dulce de Evelyn, quien le aseguraba que no era conveniente que ella saliera sola, luego de haber vivido un trauma así, recordaba que su difunto esposo estuvo casi tres meses sin poner un pie fuera de la mansión, además de que era necesario que visitara a un psicólog