El Café Zurich estaba moderadamente lleno para un miércoles por la tarde. Isidora entró con el estómago hecho un nudo, buscando entre las mesas hasta que lo vio: Matteo Franzani sentado en una mesa del fondo, casi escondido de la vista general.

Lucía diferente.

Esa fue su primera impresión al acercarse. Matteo siempre había sido impecable, el tipo de hombre que parecía recién salido de una revista incluso después de horas de trabajo. Pero el hombre que levantó la vista cuando ella se acercó tenía ojeras pronunciadas marcando su rostro usualmente perfecto. Su cabello castaño, normalmente peinado hacia atrás con precisión, estaba ligeramente despeinado como si se hubiera pasado las manos por él repetidamente. Llevaba suéter oscuro en lugar de su usual traje, y había papeles dispersos frente a él junto a una taza de café que parecía llevar ahí bastante tiempo.

Se puso de pie cuando ella llegó a la mesa, pero no intentó acercarse más allá de un gesto cortés hacia la silla vacía. Ningún be