Capítulo — El Latido del Destino
El auto avanzaba rápido por las calles tranquilas de Colonia. Afuera, el aire de verano se llenaba con los perfumes de los eucaliptos y del río cercano. Adentro, el silencio estaba cargado de ansiedad. Julia viajaba recostada en el asiento trasero, todavía débil después del desmayo. Guillermo conducía con firmeza, sin quitar la vista del camino, y Lili, a su lado, no paraba de vigilar a su hija por el espejo retrovisor.
Alejandro iba en el asiento trasero junto a Julia, con los puños apretados contra las rodillas. No dejaba de mirarla. Todavía podía escuchar en su cabeza aquel golpe seco cuando cayó al suelo, y su voz desesperada repitiendo su nombre por el teléfono.
—Ya casi estamos, hija —murmuró Guillermo, más para tranquilizarse a sí mismo que a ella.
Julia abrió los ojos lentamente. Sentía las manos tibias de Alejandro sosteniendo las suyas. El contacto le transmitía calma, aunque no se atrevía a mirarlo demasiado tiempo.
—Estoy bien —susurr