Capítulo — Voces y Latidos
La hacienda estaba en silencio. Solo se escuchaba el zumbido lejano de los grillos y el vaivén del viento entre los eucaliptos. Julia estaba recostada en la cama, sin poder dormir, con una mano sobre su panza de cinco meses y la otra acariciando el celular,como si esperara algo que necesitaba.
Le hablaba bajito a su bebé, como si pudiera escucharla ya.
—Estamos buscando a tu papá, ¿sabés? —susurró con una sonrisa débil—. Y lo vamos a encontrar. Papá va a aparecer.
El bebé dio una pequeña patadita y Julia se rió entre lágrimas.
—¿Ves? Ya me contestás… No importa si sos niña o niño, lo único que me importa es que vengas sanito. Con eso alcanza.
Un rato antes, había conversado con Lili sobre dónde viviría cuando naciera el bebé.
—Yo creo que le voy a pedir a mamá la casa en Colonia —le había dicho Julia—. Así puedo criar a mi hijo ahí. Siempre amé este lugar.
Lili la miró con ternura y preocupación.
—¿Y no preferís Montevideo? Podemos alquilar una casita cerca