Capítulo — El Abrazo de Casa
La tarde en Montevideo no tenía el silencio de las playas de Ibiza. Todo era ruido: autos acelerando, ómnibus llenos, bocinas impacientes, vendedores ambulantes que ofrecían su mercadería con gritos, carteles luminosos encendiéndose de a poco mientras la ciudad caía en la rutina del atardecer. El cielo, sin embargo, estaba despejado, de un celeste limpio que parecía darle a Julia una bienvenida distinta.
El taxi se detuvo frente a la casa que había sido su hogar desde que la vida la trajo de Colonia. Julia bajó con la valija en la mano, con el corazón latiendo rápido, como si no hubiera pasado el tiempo. Amaba ese jardín desde niña. Su padre pagó al taxista y caminó detrás de ella, con paso firme, para entrar juntos.
La puerta se abrió antes de que pudiera tocar el timbre. Allí estaba ella.
—Mi niña… —susurró Lili, con la voz cargada de emoción, y la envolvió en un abrazo de madre. No la veía hacía casi seis meses, porque Julia siempre estaba entre