Capítulo — El Silencio de Julia
La mañana siguiente a aquella noche en Ibiza fue un abismo. Julia apenas podía sostenerse en pie. El mareo, la confusión y la vergüenza la perseguían como una sombra. Pero el verdadero golpe llegó ocho semanas después, en Montevideo, cuando empezó a notar algo distinto en su cuerpo. El retraso no era normal, los mareos no eran solo nervios. Una inquietud la llevó hasta una farmacia, con el corazón en la garganta. Tenía una sospecha que se hacía cada vez más real.
Volvió a la residencia con la bolsita escondida en el bolso. Se encerró en el baño, con las manos temblando, y siguió las instrucciones como si estuviera a punto de cometer un delito. El test tardó segundos en marcarse, y la línea apareció con una claridad brutal: positivo.
Julia se dejó caer contra la pared, llorando en silencio. Quiso morirse. Quiso despertar de esa pesadilla. Pero no podía. Había una vida creciendo dentro de ella, y no había marcha atrás.
El miedo le ganó a la razón. No pod