Capítulo– Reyes de la Playa
La arena todavía guardaba el calor del sol cuando Sol y Bruno se sentaron bajo la sombra alargada de una palmera, con los pies descalzos, las risas frescas todavía vibrando entre ellos y un par de bebidas sin alcohol posadas a un lado, coronadas por rodajas de limón y el tintinear sutil de los hielos.
Había sido un día largo pero liviano en la obra. Desde que llegaron por la mañana, se habían buscado con la mirada en cada pausa, como si el cuerpo supiera más que la mente lo que estaba ocurriendo. Sin pensarlo dos veces, Bruno la saludó con un beso suave en la mejilla y Sol no dejó de tocarse el rostro todo el día, como si todavía lo sintiera ahí, como si ese gesto le hubiera marcado algo invisible pero indeleble.
El mar se extendía frente a ellos como una promesa, inmensa, tranquila, con esa manera en que sólo el océano sabe decir: "Estoy acá, esperándolos".
Bruno pensó en las palabras de Dante antes de salir del departamento: “Si te gusta de verdad, ¡jugát