Capítulo:Y al fin, solo nosotros
La fiesta seguía en su punto más alto: música, brindis, abrazos, carcajadas que se mezclaban con los últimos sorbos de champán y los pasos despreocupados sobre la pista. Todos bailaban. Todos reían.
Menos dos.
En un rincón del salón, Alejandra y Damián compartían una mirada cómplice mientras sostenían cada uno una cucharada del postre: un mousse de chocolate con frambuesas y crema batida.
—No puedo más de dulzura —susurró ella.
—Yo sí —respondió él, bajito, mientras se inclinaba hacia su oído—. Pero no de esta.
Ella rió, se cubrió el rostro de la vergüenza, y él aprovechó para tomarle la mano por debajo de la mesa.
—No veo la hora de tenerte en mis brazos —le dijo, directo, sin rodeos.
Ella lo miró, encendida, y no hizo falta decir nada más.
Ambos se pusieron de pie, caminaron hacia una de las salidas laterales y se esfumaron como si fueran dos adolescentes escapando del colegio… o dos amantes urgidos de su propia historia. Lo gracioso fue que