Luz entre nosotros
Afuera, el sol seguía en lo alto, pero la luz comenzaba a suavizarse. Las fotos familiares, los abrazos, los saludos y las carcajadas continuaban a la salida de la iglesia. Todo era amor extendido como un mantel largo que cubría a todos los invitados.
Pero Alejandra, entre sonrisas y besos en la mejilla, sintió algo. Fue un estremecimiento sutil en la nuca, una especie de roce invisible que le hizo girar la cabeza hacia la plaza cercana.
Miró hacia los árboles, hacia los bancos lejanos, y por un segundo… creyó ver a alguien con una bicicleta alejarse por la vereda.
—¿Estás bien? —preguntó Damián, acariciándole el brazo.
Ella parpadeó, volvió a sonreír y asintió.
—Sí, solo… sentí como si alguien nos estuviera mirando.
Damián entrelazó su mano con la de ella.
—No hay nadie, Ale. Ya estamos bien. Ya pasó todo.
Ella lo miró, le creyó… y subieron juntos al auto que los esperaba para llevarlos al salón.
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El salón elegido para la celebración estaba ubicado a