Capítulo – El Arte de Manipular
El aula improvisada dentro del penal tenía olor a humedad y tinta vieja. Las mesas estaban rayadas, las sillas eran incómodas, y la luz fluorescente parpadeaba con un zumbido constante. Pero Fabricio Castiglioni se había convertido en uno de los mejores estudiantes del programa. Siempre puntual. Siempre prolijo y siempre tan atento.
Su apariencia era impecable: camisa limpia, cabello peinado hacia atrás, cuaderno con apuntes subrayados, letra clara. Todo era parte del disfraz.
—Muy bien, Castiglioni —dijo el profesor Altamirano, un hombre de unos sesenta años , de voz pausada y mirada noble—. Te estás preparando bien para la prueba de estructuras básicas. Si seguís así, vas a poder rendir sin problemas.
Fabricio sonrió.
—Gracias, profesor. Usted no sabe lo que esto significa para mí. Poder estudiar de nuevo… tener otra oportunidad.
Altamirano asintió con una leve sonrisa, conmovido. Era uno de esos hombres que aún creían que la educación podía cambiar