Gracias por tanto, lector@s querid@s. Cada capítulo que leen, cada emoción que comparten, le da sentido a mis historias. Veremos que hacen Nico y Anahir para trazar ahora el Plano más importante de su vida . Me gustaría saber si opinión sobre esta historia. Después de Planos de Venganza, quiero invitarlas a leer una de mis novelas terminada. Secretos de Traición, una novela cargada de traición ,mentiras y revelaciones que lo cambian todo".Emanuel encontró a Georgina su amante con Ismael su hijo en la entrada del mismo hotel que horas antes había compartido con ella. ..... ¿Están listas para una verdad que puede romperlo todo?" Gracias por acompañarme siempre. Con cariño, Alicia Books Seguime en mis Red€s, Soc y comparte para que llegue a mas lectores. 💖
Capítulo – El Eco del VacíoLa celda no tenía reloj, pero el tiempo dolía igual.Fabricio se sentó en el rincón más oscuro del calabozo, con la espalda pegada a la pared húmeda, mirando al piso como si ahí pudiera encontrar alguna respuesta. Alguna excusa. Algún perdón. Pero lo único que hallaba era el peso de su propio nombre.Fabricio. El imbécil. El idiota que destruyó todo.Se lo repetía en silencio mientras repasaba mentalmente los nombres que había pisoteado: Alejandra. Nicolás. Anahir. Y tantos otros. Mujeres que usó, hombres que traicionó, amigos que nunca lo fueron realmente porque él tampoco lo supo ser.Y ahora lo entendía.Alejandra era millonaria. La Alejandra a la que manipuló, robo su título,a la que humilló con palabras baratas y desprecios calculados… era parte de una familia que él ni siquiera imaginó. Y no solo eso. Era mucho más fuerte de lo que él creyó. ¿Será que nacio el bebé? No le importaba el niño solo que ahora es diferente.Él, mientras tanto, se pudría ah
Capítulo – El Último Intento de Fátima La casa de Ernesto Lombardi, en el barrio tradicional de Los Cedros, estaba más silenciosa que nunca. Las cortinas estaban bajas, los relojes apagados. Como si el tiempo se hubiese detenido en el momento exacto en que la noticia del arresto de Fabricio Castiglioni se volvió pública… y con ella, su hija quedara marcada. Ernesto estaba sentado en su sillón de siempre, con la mirada perdida. No hablaba. No leía. Solo esperaba. —Papá... —susurró Fátima al entrar al living, con el corazón hecho un ovillo. Él la miró. Tenía los ojos llenos de agua, pero no derramó ni una sola lágrima. —Hija... por favor. Huí. Yo no te puedo ver tras las rejas. No naciste para eso. Sos mi niña. Mi Fati. Fátima apretó los labios. Se arrodilló frente a él, con las manos temblorosas. —No puedo irme. Ya no. Si huyo, solo voy a darte más vergüenza. Tengo que afrontar esto. Quiero que me recuerdes como alguien que, al final, hizo lo correcto. Que no fue tan cobarde com
Capítulo 115 – El Sobre, el Silencio y la Bronca Nicolás subió a su camioneta sin encender la radio. No quería ruido. No quería distracciones. El volante entre sus manos parecía más frío que nunca. Condujo con el corazón en la garganta, reviviendo cada momento de los últimos días como una película maldita. Cada gesto de Anahir, cada pregunta que no respondió, cada mirada que esquivó. Todo eso ahora se sentía como cuchillas. Había querido protegerla. Había querido cuidar su plan de venganza, hacer justicia por su hermana, por su sobrino, por todos los que fueron víctimas de Fabricio. Pero en el proceso, se olvidó de una cosa: La verdad también es amor. Y él había sido un cobarde. Llegó al apartamento y se quedó unos segundos sentado frente al volante. Respiró hondo, como si se preparara para una batalla. Sacó del portadocumentos un pequeño estuche donde guardaba un juego de llaves de repuesto. Siempre estaba ahí, por seguridad. Hoy era su única entrada a un mundo que tem
Capítulo 116 – La Verdad Duele… Pero Libera La luz tenue de la cocina iluminaba apenas los bordes de la alacena. Eran las 21:07 según el reloj digital que titilaba en rojo en el microondas. El silencio era espeso, como si las paredes mismas contuvieran la respiración. Anahir sostenía un vaso con agua entre sus dedos. El frío del vidrio no alcanzaba a calmarle el calor que le ardía por dentro. Había dormido varias horas, su cuerpo lo necesitaba, pero su alma no había descansado. Y al despertar, lo primero que vio fue a Nicolás… dormido en el suelo, al costado de la cama, con una mano sobre su vientre como si eso lo conectara a ella de alguna manera. Y aún así, no pudo despertarlo. No supo si era por compasión… o por furia contenida. Ahora, con el corazón hecho un ovillo, se giró lentamente sobre sus pies y lo encontró allí. Parado del otro lado de la isla de la cocina. Silencioso. Presente. Culpable. —¿Hace cuánto estás ahí? —preguntó sin mirarlo del todo. Nicolás tragó saliva. —
Capítulo 117– La Sombra del Ayer Las luces blancas del hospital quemaban la vista. Nicolás caminaba de un lado al otro del pasillo con las manos en la nuca, los ojos enrojecidos y el corazón apretado como un puño. Sentía que el tiempo se le escurría entre los dedos… hasta que la puerta se abrió. El médico salió con el guardapolvo algo arrugado y una carpeta en la mano. —¿Familia de Anahir Montes? —Soy su esposo. El padre del bebé —dijo Nicolás, con voz urgente. El médico asintió con seriedad. —Pueden respirar tranquilos. El bebé está bien. No hay pérdida ni riesgo de aborto. Pero está deshidratada. Tenía el cuerpo muy débil, y el episodio de estrés provocó el desmayo. Va a quedarse internada unos días, mínimo. Necesita suero continuo, reposo y control. Nicolás sintió que el alma volvía a su cuerpo. —¿Puedo verla? —Sí, está despierta. Pero por favor, nada de sobresaltos. Tiene que estar tranquila —le advirtió con una mirada firme. Nicolás asintió con los ojos llenos de lágrima
Capítulo 118 – La Carta que No Grité La habitación estaba en penumbras. Solo la luz suave del pasillo se colaba por la rendija de la puerta entreabierta, dibujando líneas doradas sobre las sábanas blancas. Anahir tenía los ojos fijos en la hoja. La carta de Nicolás se extendía entre sus manos temblorosas, y el sobre de los análisis reposaba sobre su regazo como una promesa olvidada. Su respiración era lenta, controlada… pero sus latidos iban descompasados. Como si el corazón y la mente no lograran caminar juntos. Leyó cada palabra despacio. No como quien busca entender… sino como quien necesita sentir. "Vuelve a despertar la lluvia en mí… Derramando toda su raíz sobre el papel…" Sus labios se movían en silencio, repitiendo algunas frases que la atravesaban como cuchillas, otras que la acariciaban con ternura. Una lágrima resbaló por su mejilla. Y después otra. Y otra más. Se secó el rostro con la mano libre, la que no tenía la cánula del suero clavada en la piel. A
Capítulo 119 – La Madrugada del Perdón La madrugada envolvía la habitación en un silencio cálido, de esos que no oprimen… sino que abrazan. El monitor marcaba el ritmo constante de un corazón. Uno nuevo, pequeño, creciendo. Y otro… roto, pero latiendo por amor. Nicolás dormitaba en el sillón, con la cabeza ladeada y el ceño aún fruncido, como si incluso en sueños cargara culpas que no se iban. Tenía una manta sobre las piernas y los dedos entrelazados sobre su pecho. Anahir lo miraba desde la cama, en silencio. Tenía los ojos húmedos, pero no lloraba. No ya. Las lágrimas habían dicho lo suyo. Ahora solo quedaba esa ternura inexplicable que nace cuando el enojo se disuelve y queda el amor… intacto, aunque golpeado.El descanso le hizo bien . Extendió la mano libre, la que no tenía el suero, y con una delicadeza infinita, le acarició el rostro. El pulgar se deslizó sobre su mejilla, dibujando un gesto que había aprendido de memoria. Nicolás se estremeció con el contacto, aún dormid
Capítulo 120 – Donde Vuelve la Luz El amanecer se filtraba por la ventana del hospital con un resplandor suave, casi dorado. Nicolás no había dormido más que un par de horas, pero su alma estaba en paz. La tenía a ella. Tenía a su bebé. Tenía un nuevo comienzo. Con una sonrisa serena, se levantó del sillón, salió al pasillo y marcó el número que conocía de memoria. Cuando la voz de don Edinson respondió del otro lado, Nicolás no esperó demasiado. —Don Edinson, buenos días. No se asuste, por favor. Anahir está bien, está en el hospital, pero fuera de peligro. Tiene algo para contarles... una sorpresa. —¡No me digas que vamos a ser abuelos! —gritó Sofía del fondo, seguida por un coro de exclamaciones. Del otro lado del teléfono empezó a escucharse un revuelo adorable. Risotadas, gritos de alegría, muebles moviéndose. Los mellizos Bruno y Dante corriendo por la casa, Sofía buscando flores, Edinson diciendo que iba a preparar el mate y unas tortas fritas. —Sí, pero vengan con