Capítulo 119 – La Madrugada del Perdón La madrugada envolvía la habitación en un silencio cálido, de esos que no oprimen… sino que abrazan. El monitor marcaba el ritmo constante de un corazón. Uno nuevo, pequeño, creciendo. Y otro… roto, pero latiendo por amor. Nicolás dormitaba en el sillón, con la cabeza ladeada y el ceño aún fruncido, como si incluso en sueños cargara culpas que no se iban. Tenía una manta sobre las piernas y los dedos entrelazados sobre su pecho. Anahir lo miraba desde la cama, en silencio. Tenía los ojos húmedos, pero no lloraba. No ya. Las lágrimas habían dicho lo suyo. Ahora solo quedaba esa ternura inexplicable que nace cuando el enojo se disuelve y queda el amor… intacto, aunque golpeado.El descanso le hizo bien . Extendió la mano libre, la que no tenía el suero, y con una delicadeza infinita, le acarició el rostro. El pulgar se deslizó sobre su mejilla, dibujando un gesto que había aprendido de memoria. Nicolás se estremeció con el contacto, aún dormid
Capítulo 120 – Donde Vuelve la Luz El amanecer se filtraba por la ventana del hospital con un resplandor suave, casi dorado. Nicolás no había dormido más que un par de horas, pero su alma estaba en paz. La tenía a ella. Tenía a su bebé. Tenía un nuevo comienzo. Con una sonrisa serena, se levantó del sillón, salió al pasillo y marcó el número que conocía de memoria. Cuando la voz de don Edinson respondió del otro lado, Nicolás no esperó demasiado. —Don Edinson, buenos días. No se asuste, por favor. Anahir está bien, está en el hospital, pero fuera de peligro. Tiene algo para contarles... una sorpresa. —¡No me digas que vamos a ser abuelos! —gritó Sofía del fondo, seguida por un coro de exclamaciones. Del otro lado del teléfono empezó a escucharse un revuelo adorable. Risotadas, gritos de alegría, muebles moviéndose. Los mellizos Bruno y Dante corriendo por la casa, Sofía buscando flores, Edinson diciendo que iba a preparar el mate y unas tortas fritas. —Sí, pero vengan con
Capítulo 121 – Reposo, Recuerdos y Nuevos Planos Antes de dejar el sanatorio, Anahir tuvo una última ecografía. El sonido del corazón de su bebé llenó la sala como una melodía sagrada. —Ocho semanas exactas —dijo la ecografista con una sonrisa amable—. Y está todo perfecto. Un bebé fuerte, con ritmo estable y buen desarrollo. Nicolás apretó la mano de Anahir y le besó la frente con ternura. Salieron del hospital al mediodía, con indicaciones claras: reposo relativo, sin esfuerzos y sin visitas a la obra por ahora. Nicolás se iría por las mañanas y parte del mediodía, pero las tardes serían de ellos. De mimos, cuidados y charla. Cuando llegaron a casa, Anahir se sintió extrañamente frágil. No podía hacer mucho, y eso le generaba una ansiedad silenciosa. Una vez que Nicolás salió para la obra, se acomodó en el sillón con una manta y llamó a su mamá. —Hola, má. —Hola, mi amor. ¡Estás en casa ya! ¡Gracias a Dios! ¿Y el bebé? —Ocho semanas... todo bien. Pero me siento... rara. No sé
Capítulo – El Juicio del Silencio Roto El día del juicio contra Fabricio Castiglioni llegó. La sala estaba cargada de murmullos, abogados, miradas, recuerdos y heridas abiertas. Nicolás no fue. Tampoco Anahir. Ya no querían perder más tiempo en aquel hombre que había intentado destruir tantas vidas. Pero el proceso debía concluir. Era la última parte del pasado que aún debía caer. Quien sí estuvo fue su madre. Alta, elegante, con el rostro firme, pero los ojos hinchados. Aunque su hijo no había hecho las cosas bien, no iba a dejarlo solo. Sabía que había sido una madre ausente, temerosa, sumisa ante un marido que despreció a su hijo toda la vida. Ahora sabía por qué. Ella también había fallado por no protegerlo. Por no hablar. Por no intervenir. Pero ese día iba a cumplir una misión. Le pidió un favor muy especial a su abogada: necesitaba hacerle una prueba de ADN a Fabricio. Iba a ponerle en la cara, con papeles, el error que su padre cometió. También dejó en claro que denun
Capítulo 127 – Rotos y Cosedores Alejandra miraba por la ventana mientras el viento tibio de la tarde movía las cortinas. Su vida, por fin, empezaba a estabilizarse. Ya no sentía dolor por Fabricio. No lo extrañaba. No lo odiaba. Solo le dolía haber sido tan débil... tan ciega. Le dolía, sobre todo, haber dejado a su pequeño casi dos años sin su madre. Los recuerdos la asaltaron con una claridad brutal. Fabricio le había pedido que fuera su novia durante el primer año de Ingeniería Civil. Apareció con rosas y poemas, todo bien armado para convencerla. Él venía de perder su primer parcial importante y le pidió ayuda. Alejandra, con el corazón abierto, cayó en la trampa. Le ayudó en todo. Le explicó materias enteras. Se quedaban noches enteras repasando. Lo cubría con los profesores. Incluso... lo ayudaba en los exámenes. —No sabía nada —susurró Alejandra con rabia—. Y yo... yo cambiaba el nombre de mis exámenes para que él no perdiera. El muy sinvergüenza falsificaba su letra. La
Capítulo 1Entre Sueños y SombrasEl sonido constante de martillos y sierras acompañaba a Anahir Montes mientras recorría la obra. El calor de la tarde se filtraba por cada rincón, pero ella ni lo notaba. Su mente estaba enfocada en encontrar el error que Fabricio mencionó. Había revisado cada plano, cada cálculo, cada detalle de la piscina. Todo estaba perfecto.Después de horas encerrada en el banco de trabajo en el sector alejado a las oficinas, suspiró profundamente. Creo que Fabricio se equivocó, pensó, pero se sintió culpable al instante. Él era meticuloso, siempre atento. Tal vez fui yo la que pasó algo por alto.Decidió dar una vuelta por la obra para despejarse. Saludó a los obreros que, al verla, sonreían con genuino aprecio.—¡Arquitecta, qué bueno verla! —dijo Mateo, uno de los herreros, secándose el sudor con el dorso de la mano.—¿Todo bien, Mateo? —preguntó ella con amabilidad, notando el cansancio en su rostro.—Sí, pero... el ingeniero nos pidió cambiar las medidas de
Capítulo 2 Sombras en los Sueños Al llegar, la puerta entreabierta dejó escapar sonidos que hicieron que el estómago de Anahir se revolviera: jadeos, respiraciones entrecortadas, risas ahogadas. Un escalofrío recorrió su cuerpo. "No… no puede ser."Anahir, paralizada , sintió cómo su corazón se rompía aún más al escuchar las palabras y las risas que provenían del interior de la oficina.—Está tan enamorada que hace todo sin chistar —se burló Fátima, acariciando el rostro de Fabricio—. Pobrecita… trabajando día y noche, entregándote cada plano, cada detalle, mientras tú ni siquiera sabes sostener un lápiz.Fabricio rió suavemente, disfrutando del momento.—¿Y para qué me voy a esforzar si ella lo hace todo? Con su talento y mi carisma, siempre supe que brillaría… solo necesitaba alguien que hiciera el trabajo sucio por mi.—Y ahí estaba ella, tan ingenua, creyendo que era amor —añadió Fátima con una sonrisa venenosa—. Pero tranquila, amor, ya no la necesitamos mas. Conseguimos todo.A
FlashbackUnos meses antesLas Dulces MentirasLa noche había caído sobre la ciudad, envolviendo las calles en un resplandor tenue. Anahir Montes miró su reflejo en el espejo mientras se ajustaba un par de aretes sencillos. Su camisa blanca impecable y su falda azul marino resaltaban sus ojos del mismo color. Hoy fue una noche especial. Fabricio le había enviado un mensaje más temprano:“Reservé un lugar especial para nosotros esta noche. Te lo mereces.”Su corazón latía con fuerza. Fabricio siempre tenía gestos encantadores cuando menos lo esperaba, y aunque sus últimas semanas habían estado cargadas de trabajo, ella sentía que algo importante estaba por suceder. Tal vez… tal vez esta vez sería el momento que tanto había soñado.Cuando llegó al restaurante, lo encontró esperándola en una mesa apartada, con una sonrisa que parecía sacada de un cuento. La mirada oscura de Fabricio tenía esa chispa que siempre lograba desarmarla.—Estás hermosa —susurró al verla, levantándose para besar