¡Decencia, cabrones!

—Vale, es cierto. Le mandé mensajes a su mujer. Vi peligrar el cómodo estilo de vida que estaba empezando a tener y tomé cartas en el asunto. Te dije que no me iba a volver a pasar lo mismo de nuevo, ¿no? Pues en ese momento vi a esa señora de la misma forma que a los padres de Pau, como a una amenaza. Santiago me llevaba a hoteles con piscinas, jacuzzis, bufet libre gratis y demás lujos a los que yo no estaba acostumbrada. Por eso, cuando un día me vino y me dijo que todo eso se acababa, lo amenacé por ese lado. Punto, no tiene más.

—Vale... Pero Laura parecía muy segura cuando me decía que...

—Te lo repito, Dami —me volvió a interrumpir—, par de besos, pajas y, el resto de tiempo, charlas que ahora no vienen a cuento. Laura nunca nos vio intimando, siempre nos daba nuestro espacio. Y estoy seguro de que ella lo sabía, pero estaba empeñada en

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