11:04 hs. — PERSPECTIVA: Damián.
—¡Venga, Dami! ¡Arriba!
Entreabrí un ojo y la luz del sol me hizo cerrarlo de nuevo. Tenía mucho sueño y quería seguir durmiendo.
—Damián, que vamos a llegar tarde al trabajo.
Lo volví a entreabrir, pero esta vez no lo cerré, la imagen que tenía delante era demasiado impresionante como para ignorarla.
—¿Qué miras? —dijo ella, volteando un poco la cabeza regalándome una bella sonrisa.
—A ti... ¿Qué sino?
Porque sí... de espaldas a mí, revolviendo en su armario, con sólo un pequeño tanga de color violeta cubriendo su cuerpo... ¿Qué más iba a mirar si no era a ella? ¿Y más cuando no le importaba pasearse así delante de mí?
—Venga, vístete. Ahí te he dejado unas camisas blancas que creo que te pueden servir —dijo, señalando al pie de la cama—. Y no me preguntes por qué las tengo, ¿vale? —zanjó, guiñándome un ojo.
Dicho esto, se puso un sujetador a juego con su prenda de abajo, y salió por la puerta con su ropa de trabajo colgando de un brazo.
Entonces... ¿