17:08 hs. — PERSPECTIVA: Fernando.
—Con permiso.
—Llegas ocho minutos tarde.
—Lo siento, creía que sería más fácil moverse por el centro.
—Te pienso cobrar la hora completa. Avisado quedas.
—Que sí, que sí...
El momento había llegado. El pendejo llegó a casa como estaba previsto y ya estaba todo dado para culminar la transformación final de Salomé. Y para eso iba a tener que convertir esa tarde de estudios en una velada llena de sexo y puterío. Tarea más que fácil tal y como estaban dadas las cosas.
Aunque primero, obviamente, iba a tener que presentarme como era debido.
—¡Buenas! —grité, después aparecer muy contento delante de nuestro invitado.
—Eh... ¡Hola!
El chico, que todavía estaba sacando las cosas de su mochila para comenzar a estudiar, se puso de pie y me ofreció la mano, la cual apreté gustosamente. En esos cuatro segundos que duró el saludo, tuve tiempo de observarlo bien, y sobre todo de entender los motivos por los que le había resultado tan fácil garcharse a Salomé.
—¡G