...
—No te voy a dejar... —escuché mientras me arrastraba por el subsuelo de mis pensamientos.
—¡Me vas a dejar porque eres un puto niñato que no tiene idea de nada!
—Me vas a tener que dar una patada en los huevos a mí también para que te deje salir al rellano así.
—¿Así cómo? Ya estoy vestida. ¡Déjame pasar!
—¿Por qué no vas al cuarto de baño y te miras en el espejo? Cualquier vecino que te vea va a llamar a la policía.
—¡Me importa una puta mierda, joder! ¡Quítate ya o te juro que...!
—¿Qué? Ya te lo he dicho, apunta bien si me vas a dar en los huevos a mí también, porque sólo vas a tener una oportunidad.
Yo no miraba, pero escuchaba todo. Y lo siguiente que se oyó fue un fuerte choque de pieles y huesos, e inmediatamente a Salomé gritando de nuevo que la soltara.
—¡SUÉLTAME! ¡QUE ME SUELTES, NIÑATO DE LOS COJONES ¡SUÉLTAME Y VETE A TU PUTA CASA YA!
—¡Que te tranquilices de una vez, Salomé!
—¡ME HAS HECHO DAÑO! ¡VOY A GRITAR DE NUEVO Y VAN A VENIR TODOS LOS VECINOS!
—¡¿Pero por qué