Tonto...
¡No quería que hablara! ¿No se había enterado todavía? Aquella cagada sólo consiguió que se me fueran las ganas de chupársela. Le di un mordisco en la punta, un mordisco con intención de que lo sintiera, no de que le gustara, y luego me retiré dejándolo así. En serio, iba a dejarlo a medias para que se jodiera, para que aprendiera a no jugar conmigo. Pero yo ya estaba chorreando. El masaje en mi coñito había surtido efecto y ahora necesitaba calmarme, y lo necesitaba ya.
Nuevamente, con la única intención de beneficiarme yo misma, regresé al sillón, donde Fer todavía continuaba mirándome con cara de idiota, me monté encima suya y me clavé esa pedazo de polla hasta el fondo de mis entrañas.
—Aaaaaaaaah —suspiré, con más alivio que otra cosa—. Todo esto es por tu culpa... No es mi culpa, es tu puta culpa...
Fer me miraba estupefacto, sorprendido también, pero extrañado más que nada. Seguramente se creería que esas palabras eran para él, pero no, el destinatario era otro. Aquél que no ha