08:30 hs. - Damián.
—Mi amor. Salomé, mi vida, despierta.
—Mmmm... ¿Qué pasa?
—Ya estoy aquí.
Su carita dormida como siempre, emanaba paz. Quizás fue eso lo que me impidió despertarla una hora antes, cuando recién había llegado. Yo no había podido dormir ni un solo minuto en cambio. La razón fue porque no quería seguir de largo hasta que tuviera que irme de nuevo al trabajo. Pero no me molestaba; total, ya en los próximos días iba a tener tiempo de volver a acomodar mi sueño. En su lugar, me quedé apreciando y tratando de absorber la calma que transmitía Salomé; hasta que creí que ya era una hora decente para que comenzara a despertarse.
—¿Damián? ¿Qué haces aquí? —respondió, todavía muy dormida.
—Hoy retomo mi horario de siempre, cielo. ¿No te acuerdas? —dije yo, quitándole algunos cabellos que se le habían pegado en el rostro.
—Mmmm...
—¿Quieres dormir un rato más?
—No... Dame un minuto nada más.
—Vale, mi amor.
Cuando me fui a enderezar sobre la cama, sus brazos me apresaron del cu