21:05 hs. - Damián.
—Oye... Oye... ¡Oye!
—¿Q-Qué? ¿Qué pasa?
—¿Estás bien?
Como pude, abrí los ojos y lo primero que vi fue una carita angelical muy cerca de mi rostro observándome con cierta preocupación. Me había quedado dormido en el segundo descanso del día y la mismísima Clara era la que me estaba despertando.
—¡Dios! ¿Llevo mucho tiempo dormido? ¡Mierda! ¡Los papeles! Tengo que...
—Espera, calma —rio la muchacha—. Recién está terminando el segundo descanso. No llevarás dormido ni media hora.
—Ah... Perdona, es que anoche casi ni pude dormir...
Y no, si aquella noche había dormido cuatro horas ya me parecía demasiado. Y todo por culpa de esa amazona que había secuestrado el cuerpo de Salomé y me había forzado a hacerle cosas que, hasta la fecha, sólo había tenido la oportunidad de visualizarlas en mis sueños. ¡Vaya noche! ¡Vaya... polvos! ¿La abstinencia? ¿El tiempo que llevábamos sin amarnos? ¿Toda la tensión que se había creado entre nosotros transformada en pasión? Ni puta ide