º|º Piero º|º
El motor del coche aún retumba en mi cabeza cuando atravieso las puertas de la mansión, un rugido que no logra apagar el fuego que me consume. Milán brilla allá fuera, una ciudad que me pertenece, pero aquí dentro, en este maldito mausoleo de mármol y sombras, no hay nada más que vacío.
Mis zapatos resuenan en el vestíbulo, cada paso un eco de la rabia que me hierve en las venas. Mis nudillos, aún rojos por la sangre de Adriano Moretti, palpitan como un recordatorio de lo que no pude terminar. De lo que no puedo borrar.
“La tuve. Y valió cada maldito segundo.” Sus palabras se clavan en mi pecho, un cuchillo que gira y gira. Me detengo en el despacho, la luz tenue del candelabro bañando el escritorio en un ámbar sucio. El whiskey está ahí, en su botella de cristal, esperando como una amante paciente. Agarro un vaso, lo lleno hasta el borde, pero mis manos tiemblan, y el líquido se derrama, salpicando el cuero de mi chaqueta. Maldita sea. Lanzo el vaso contra la pared, y e