º|º Samantha º|º
La venda en mis ojos apesta a sudor y miedo, un trapo sucio que me roba el mundo. Las manos que me sujetan son ásperas, clavándose en mis brazos mientras me arrastran por un suelo frío. No sé a dónde voy, solo que el aire cambia, de húmedo y mohoso a algo más limpio, más cruel. Un motor ruge cerca, y me empujan a un asiento duro. Una furgoneta, creo. El vehículo arranca, y mi estómago se revuelve, no por el movimiento, sino por la certeza de que cada kilómetro me aleja más de la libertad que creí ganar.
Y pensar que ya había creído que escapé de Piero… ahora me encuentro en otro encierro. Peor aún, la libertad que conseguí de mi padre, ahora iba apareciendo más hombres que querían robármela.
¿Es aquí donde ya puedo decir que odio a los malditos hombres?
No duermo, aunque la noche se arrastra como un castigo. Me llevan a una casa, lo sé por el crujir de la madera bajo mis pies y el olor a polvo viejo. Me encierran en una habitación, la puerta sellada con un cerrojo que