Cuarenta y dos.2

―Te quiero en mi cama.

Esas palabras son suficientes para detenerme de hacer una idiotez. Si no estuviera tan impactada, reiría, de todo lo que pensé que pudo haber dicho, eso no estaba en las opciones. ¿En su cama? No negaré que un hormigueo nace en mi estómago, que el calor amenaza con subir a mi rostro y que una parte de mí se siente triunfante.

―¿Estás demente? ―siseo―. Ideaste un plan para que tu hermano nos viera.

―No impediste que te besara.

Porque me urgía un maldito cabello, entré en pánico y no se me ocurrió nada. Fue mala idea, pero en el momento fue lo mejor. Además, hijo de perra, no niega que fue su plan.

―Sabes, Tristán ―digo ecuánime―. Eres la persona más incoherente que he conocido, no sé qué clase de juego estás jugando, pero no me interesa ―estoy dentro de un juego más grande y peligroso―. Anda a hacer tus tríos con chicas que se visten igual ―suspiro―. Yo solo vine por la compañía y porque quiero conocer a...

Como desconozco el nombre del hombre de negocios, simple
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