VIÑEDO ABANDONADO – AFUERAS DE PALERMO.
El aire cargado de polvo y humedad se arremolinaba entre las columnas rotas y las hojas secas del viejo viñedo. El viento hacía chocar las puertas oxidadas de una antigua bodega vacía, como si el mismo pasado golpeara las paredes buscando entrar.
Cristian permanecía quieto, la chaqueta negra abrochada hasta el cuello, las manos en los bolsillos. La brisa le revolvía el cabello oscuro. Sus ojos no se apartaban de los de Vittorio. Y aunque su cuerpo estaba firme, su respiración traicionaba una tormenta interna.
—Cristian… —susurró Vittorio finalmente, con una mezcla entre incredulidad, furia contenida y algo parecido al temblor—. Estás vivo.
Cristian sonrió apenas. No fue una sonrisa feliz. Fue una herida que se abrió y sangró por los labios.
—Más que nunca. Y más fuerte que nunca. Me tomó años llegar aquí, Vittorio… Años para levantarme del suelo donde tu padre me arrojó. Años para convertirme en un hombre que pudiera pararse frente a ti sin temb