Interior – Habitación de James – Tarde.La luz de la tarde se cuela por la ventana, tiñendo las paredes de un naranja triste. James se ha vuelto a sentar en el borde de la cama, los codos apoyados en las rodillas, la mirada clavada en sus manos. Vittorio sigue de pie, con los brazos cruzados, observando a su hijo en silencio.—No has terminado de decirme qué te pasa —dice al fin, rompiendo la tensión como una piedra rompiendo un cristal—. Me dijiste que fuiste a buscarme a la mansión. Que estabas serio. Que viste algo... ¿Qué fue, James?James suspira, cerrando los ojos. Sus labios tiemblan apenas, pero no dice nada de inmediato. El silencio se alarga. Luego, con voz baja, murmura:—Vi algo que me hizo darme cuenta de lo que realmente soy.Vittorio frunce el ceño. Su respiración se vuelve un poco más pesada. Da un paso hacia él, con cautela, como si temiera la respuesta.—James… tienes diecisiete años. Sé que estás creciendo. Que estás descubriendo cosas. Pero necesito que seas claro
Interior – Loft de Cristian – NocheLa lluvia cae suave sobre la ciudad. El cielo está cubierto, y la luz cálida del loft crea un contraste acogedor. Cristian está sentado en el sofá, con una copa de vino en la mano, revisando unos papeles. El timbre suena.Se levanta, extrañado. Al abrir la puerta, lo encuentra ahí: empapado, serio, con los ojos hinchados por algo que Cristian reconoce al instante.—Vittorio… —susurra, dejando los papeles a un lado.Vittorio no dice nada. Solo entra. Cristian cierra la puerta y lo observa moverse como un hombre que ha cargado demasiado durante el día.—¿Qué ha pasado? —pregunta con suavidad.—Mi hijo —murmura Vittorio, aún sin mirarlo—. James.Cristian frunce el ceño, camina hacia él.—¿Está bien?Vittorio asiente. Luego niega. Luego se sienta en el sofá, agotado. Cristian se sienta junto a él, paciente.—Él… me dijo algo. No directamente. Pero yo lo supe.Hace una pausa, y finalmente lo mira a los ojos.—Creo que James… se siente atraído por los chi
Corte – Interior – Casa de los Carbone.Vittorio está en su oficina, revisando papeles y tomando decisiones frías como siempre. Sin embargo, algo en el fondo de su mente lo alerta. De repente, su teléfono vibra. El nombre de Derek aparece en la pantalla. Su respiración se detiene por un instante antes de contestar.—¿Qué pasa, Derek?La voz de Derek, entrecortada y llena de miedo, le llega.—Se lo han llevado, Vittorio. James... ¡James ha sido atropellado! ¡Está... está en el hospital!El mundo de Vittorio se tambalea. Su cuerpo se endurece, su respiración se corta. Por un segundo, el sonido del teléfono se apaga en su mente. Solo se escucha el retumbar de su propio corazón.—¿Dónde está él ahora? —logra decir, su voz rota de angustia.—Está en el hospital. No sé cómo está, Vittorio. No sé si sobrevivirá. ¡Vas a perder a tu hijo!Vittorio cuelga rápidamente, sin decir una palabra más. La furia y el terror lo arrastran en segundos. En su mente, las imágenes de James caído, herido, se r
Interior – Hospital, pasillo frente a la habitación de James – Noche.El tic tac del reloj en la pared es lo único que se escucha mientras Vittorio permanece de pie frente a la puerta cerrada. Lleva horas sin moverse, con la espalda apoyada contra la pared, los ojos fijos en el suelo, la mandíbula tensa. Cristian, más adelante en el pasillo, fuma en silencio, sabiendo que cualquier palabra estaría de más. La herida en Vittorio no es física, pero sangra igual.Sofía emerge de la habitación, pálida, los ojos cansados, el maquillaje corrido. Ha estado al lado de James desde que permitieron las visitas. Mira a Vittorio como si cargara un peso insoportable y, por primera vez en años, ya no hay furia en sus ojos. Solo desilusión. Un cansancio que nace del dolor acumulado.—Necesito hablar contigo. A solas.Vittorio la observa sin responder de inmediato. Luego asiente, le lanza una mirada a Cristian y ambos se alejan hasta una esquina más apartada del pasillo. La tensión entre ellos es palpa
Interior – Habitación de hospital, al día siguiente – MediodíaLa luz blanca del hospital entra a través de la ventana con una suavidad que contrasta con la pesadez del ambiente. Monitores emiten sonidos rítmicos. Las cortinas se mueven levemente con la brisa de una pequeña ventana entreabierta.James abre los ojos con lentitud. Sus pupilas tiemblan al acostumbrarse a la claridad. El dolor es un recordatorio inmediato. En la pierna, en el costado, en el pecho. Intenta moverse, pero un quejido se escapa de sus labios.—¡James! —la voz de Sofía se rompe al pronunciarlo. Corre hacia él y le toma la mano con fuerza—. Tranquilo, mi amor… estás bien. Todo está bien.Él la mira confundido, los labios secos, los recuerdos difusos como humo.—¿Qué… pasó? —pregunta con esfuerzo.Sofía acaricia su frente, traga saliva y sonríe con ternura.—Un coche. Fue un accidente. Pero ya estás fuera de peligro. Estás aquí, conmigo.James parpadea. El recuerdo regresa a pedazos. Salía del colegio. Vio a Dere
Interior – Mansión Carbone, despacho de Vittorio – Semanas más tarde. — Atardecer.Las sombras del atardecer se filtran por las ventanas altas del despacho. Todo está en orden: libros alineados, el aroma tenue de madera encerada, y Vittorio inclinado sobre el escritorio firmando papeles, con la chaqueta colgada del respaldo de la silla.La puerta se abre de golpe.Vittorio levanta la vista, y su cuerpo se queda congelado al ver a James entrando, aún con el brazo vendado, el rostro marcado por una sombra de rabia contenida. Por un instante, la coraza del hombre poderoso se resquebraja. Pero solo por dentro.—James... —musita con un intento torpe de sonrisa, forzando la voz grave a sonar serena—. Me alegra verte de pie.James no responde. Avanza firme. Sus pasos resuenan contra el mármol del suelo hasta detenerse frente al escritorio.—¿Es cierto? —pregunta con los ojos fijos en su padre—. ¿Es cierto que no fuiste ni un solo día al hospital?Vittorio lo observa en silencio. Se inclina h
James levantó la mirada lentamente, clavando los ojos en su madre. La tensión en la sala era tan densa que nadie se atrevía a respirar.—¿Qué quieres decir con que Vittorio no me haría daño? —preguntó, con la voz baja, tensa, contenida—. ¿Estás defendiendo al hombre que me tendió una trampa hace unos años? ¿Al mismo que casi me mata a mí y a Sean en aquel centro comercial? Por favor. Vittorio no quería aceptar lo que él mismo era. Homosexual Sofía lo miró, sin retroceder, pero algo en su rostro se quebró. La máscara de calma se resquebrajó por primera vez.—James...—¡Dilo! —gritó, dando un paso al frente—. ¡Dilo de una maldita vez! ¿Qué estás ocultando? ¿Desde cuándo?—Desde que tú tenías diecisiete años —confesó ella, bajando la mirada como si el peso de esa frase la hundiera.El silencio se hizo pedazos. Todos se quedaron congelados. James palideció.—¿Qué cosa?—El día que fuiste atropellado —continuó Sofía, con la voz temblorosa—. Estuviste horas en coma. Los médicos no sabían
Sean lo miró, preocupado, y cuando James se giró para caminar hacia la puerta, lo alcanzó rápidamente. Con una mano, lo detuvo suavemente, tomando su brazo con firmeza.—¿Qué harás, James? —preguntó, su voz cargada de temor. La intensidad en los ojos de James era palpable, como si llevara una tormenta en el pecho.James suspiró, con la respiración entrecortada, y sin mirar atrás, dejó que la mano de Sean lo tocara.—Necesito ver a mi padre, Sean —respondió con determinación—. Iré solo.Derek, que había permanecido callado, se adelantó y puso una mano en el hombro de James, con una expresión seria y grave.—No puedes ir solo —dijo, con voz firme. Pero sabía que no importaba lo que dijera. James ya había tomado su decisión, y ese fuego en sus ojos no podía ser apagado.James levantó la mirada, limpiándose las mejillas con brusquedad. Estaba agotado, pero su resolución no temblaba.—Tengo que hacerlo, Derek —respondió, su voz cargada de una tristeza profunda, pero clara—. Se lo debo, a m