Interior – Mansión Carbone, despacho de Vittorio – Semanas más tarde. — Atardecer.
Las sombras del atardecer se filtran por las ventanas altas del despacho. Todo está en orden: libros alineados, el aroma tenue de madera encerada, y Vittorio inclinado sobre el escritorio firmando papeles, con la chaqueta colgada del respaldo de la silla.
La puerta se abre de golpe.
Vittorio levanta la vista, y su cuerpo se queda congelado al ver a James entrando, aún con el brazo vendado, el rostro marcado por una sombra de rabia contenida. Por un instante, la coraza del hombre poderoso se resquebraja. Pero solo por dentro.
—James... —musita con un intento torpe de sonrisa, forzando la voz grave a sonar serena—. Me alegra verte de pie.
James no responde. Avanza firme. Sus pasos resuenan contra el mármol del suelo hasta detenerse frente al escritorio.
—¿Es cierto? —pregunta con los ojos fijos en su padre—. ¿Es cierto que no fuiste ni un solo día al hospital?
Vittorio lo observa en silencio. Se inclina h